Bosque
en otoño
A
mediados de octubre los bosques de roble y pino de la Comarca son sombríos,
húmedos y fríos, tal y como debe ser en otoño. La tranquilidad, el sosiego y,
por qué no, la ilusión (incluso la certeza) de que recibiré más de lo que
aporte, acompañan siempre los pasos que cada
día me llevan por las sendas que humanos y animales hemos ido abriendo, entre
árboles y matorrales, a lo largo del tiempo. El suelo húmedo de la madrugada
hace que mi andar resulte silencioso, sin romper la armonía y serenidad que
desprende el bosque.
Voy
vagando sin rumbo establecido ni meta definida, atento a todo aquello que el
entorno me pueda ofrecer. El brezo, el madroño, los bojes o los helechos, con
sus diversas tonalidades de verde acogen mi deambular y, junto con los diversos
cantos de verderones, mirlos o petirrojos, me ayudan a sentirme como un
elemento más de la naturaleza que me rodea.
Bosque
en otoño;
las
rocas recubiertas
por
musgo y líquenes
Siempre
voy al bosque acompañado por mi bastón, mi navaja y una bolsa en el bolsillo.
Sé que a lo largo de la mañana, en un momento u otro, me acercaré a algún
rincón conocido para dar una ojeada, a ver si ya aparecen los primeros níscalos
o las mocosas negras. Son algunos de los frutos que nos ofrece el entorno, sin
más condición que el respeto mutuo, y siempre obtengo recompensa de estos
paseos, sea en forma de setas, sea por la serenidad que transmite el entorno o
por los colores y olores con que el otoño me acoge. Y ahí están…
Nubes
de lluvia.
recorto
cuatro níscalos
con
la navaja
Presentat al 2on Concurs Internacional de Haibun "Albacete ciudad de la cuchillería"
Seleccionat per a la seva pùblicació
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